Mil veces me repiten que la vida no es de color rosa, que me resigne al oscuro presente y el sombrío e incierto futuro. Pero hoy me he rebelado. Y éso se debe a que estoy rodeado de belleza. Irónicamente sonrío, pues precisamente predominan diferentes tonalidades rosas.
Observando mi entorno mi espíritu se vá llenando de colores y emociones.
Mis hijas juegan plácidamente a mi lado. Estamos sentados en el suelo, en la tierra. Las observo mientras hunden divertidas sus manos en la tierra suelta, e inventan mil edificaciones y juegos con las piedras y objetos diversos que se encuentran. Su actividad y curiosidad no parecen tener fin.
De repente, las lágrimas brotan de mis ojos. Pero no hay dolor. Una mezcla de alegría, amor y paz llena mi corazón y hace que las emociones se desborden. Los sentimientos a veces pierden el equilibrio al que queremos someterlas y hace que nos sorprendan espontáneas reacciones emotivas como ésta.
Sin embargo, no hay angustia o pena en mi apacible llanto. Más bien siento gratitud. No me imaginaba la plenitud que siento al ver a mis hijas. Aunque hay mucho de sacrificio y dedicación, no concibo una vida mejor que la que disfruto junto a ellas.
La belleza de los espacios naturales también me transmiten paz. La sinfonía de colores y olores que me regala la Naturaleza me hace feliz. Rodeado de éstos colores es imposible no embriagarse y enamorarse de su belleza.
Las gotas que recorren mis mejillas caen al vacío, pero son atrapadas en los pétalos y hojas de las rosas que acompañan mis pasos, y las convierten en lágrimas rosa.
¡¡Cuántas emociones!!
¡¡Cuánta belleza!!
Es verdad, la vida no es de color rosa, pero el color rosa que hoy es testigo y portador de mis lágrimas representa el brillo de un corazón alegre y agradecido de poder vivir y disfrutar de tanta belleza, sea física o emocional.
P.D.: Fotos ALEX PARDELLAS